El primer plato fue una explosión de sabores perfectamente combinados; Rosbif de ternera de Gerona con peras, queso azul y vinagreta de pistachos y miel. Cocción perfecta y combinación de sabores original que con un emplatado más elaborado haría de este un plato perfecto para inaugurar el menú. Tanto el aperitivo como el primer plato lo pudimos maridar con un cava Peralada Stars Brut Nature.
El segundo plato fue una cola de rape con cuscús de verduritas de temporada y hierbas aromáticas. Para mi fue el mejor de todo el menú. La combinación del rape con el cuscús de verduritas que además tenían un cocción perfecta y una salsa perfectamente ligada a base del suc del propio rape y las verduras me pareció espectacular. En esta ocasión el plato se maridó con un blanco Collection (D.O. Empordà). La sensación de vino seco pero sabroso y un toque largo y expresivo al final es posible gracias a la combinación de chardonnay (70%) y sauvignon blanc (30%). Un vino redondo.
El siguiente plato fue cordero cocido a baja temperatura con salsa agridulce especiada, romero y pequeños granos de trigo tierno. Aquí podríamos escribir un artículo sobre el universo de las cocciones a baja temperatura pero el resumen lo pone este plato; textura tierna, cocción perfecta y máximo sabor. Un emplatado correcto pero una pena que la grasa del propio cordero se mezclara un poco con la salsa dando una apariencia excesivamente grasosa que realmente no se corresponde con la realidad de la carne ni de la salsa. El maridaje fue con un Finca la Garriga (D.O. Empordà) monovarietal de cariñena bastante apropiado para el plato. Un vino fresco, sabroso y con maracadas notas a roble en boca que maridaron estupendamente con el cordero. En conjunto, la selección de vinos fue muy buena y estuvo a la altura de los platos. Especialmente destacable fue el vino dulce que nos sirvieron con el postre. La tosta de Santa Teresa con pan de miel, cremoso de vainilla y sorbete de frutas de la pasión quedó totalmente eclipsado con el vino dulce de Garnatxa de l'empordà que nos sirvieron. Una reserva vieja de doce años que me pareció absolutamente fascinante y que me pidió a gritos subir una planta hasta el nuevo Club Epicur en donde hubiese degustado un buen robusto de Hoyo de Monterrey para poner fin a una gran velada en familia, perfectamente organizada por unos anfitriones que una vez más, pusieron el listón muy alto para futuros encuentros a manteles. ¡Feliz semana a todos!
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