Esta semana os traigo un artículo de uno de los observadores de este blog. Amigos que disfrutan de la misma filosofía del Epicúreo, con los que he compartido grandes momentos sentado entorno a una mesa y que considero colaboradores muy cercanos y sobretodo, con mucho criterio. En esta ocasión, mi buen amigo Motxo (Javier Rapado), escribe desde Santander sobre la olla ferroviaria. Una vez más, gracias a todos los colaboradores que queréis participar de esta esencia y de este blog y como no, a los lectores que me animáis cada día a seguir con este proyecto. En breve hará un año que empecé y nos acercamos ya a las 8000 visitas. !Feliz semana a todos!
La Olla Ferroviaria: Sabor y tradición ferroviaria en Cantabria
Javier Rapado Santaolalla
La olla
ferroviaria es un recipiente, con un espacio en la parte inferior, donde
introducir brasas, responsables de cocinar los alimentos de su interior. Tiene
sus raices en el tren de La Robla (Ferrocarril Bilbao-La Robla), que fue
inaugurado en 1894, y es la primera vez que existe documentación escrita sobre
la olla que prepararon los maquinistas, fogoneros y guardafrenos del
ferrocarril. La necesidad
agudizó el ingenio, como en tantas ocasiones. Los trabajadores que llevaban estas
locomotoras, soportaban jornadas maratonianas de muchísimas horas, alternando
los calores de la caldera con el frio polar que tenían que soportar sobre los
railes. La comida caliente en estas situaciones, llega a ser de carácter
vital. Las primeras ollas ferroviarias, aunque en su carácter más estricto
no lo eran, se cocinaban a vapor. Un tubo resistente sacaba el vapor de la
caldera de estos ferrocarriles y lo llevaba hasta la vasija donde se cocinaban
los alimentos. Con el paso de los años se cambió el vapor por el carbón,
habitualmente en la parte trasera de las máquinas, con lo que se conseguía una
cocción más lenta (el tiempo de preparación no suponía un problema en modo
alguno) y por ende, más jugosa. La hora de la "pitanza" de esta
forma, hacía una función doble: alimentaba a los trabajadores y a la vez servía
de momento de hermanamiento, ya que absolutamente todos compartían el guiso,
independientemente de su cargo o función. Se esperaba el momento con ilusión y
los trabajadores votaban por quien debería preparar la siguiente olla
ferroviaria. Aunque originaria de Mataporquera y su municipio de Valdeolea
(ferrocarril de La Robla), la olla ferroviaria se ha extendido por todo el
territorio de Campo-Los Valles (todas ellas de Cantabria) y por otras regiones,
como Asturias, Vizcaya, norte de Burgos y de Palencia… En los tiempos
actuales la olla ha sufrido una nueva transformación, se usan vasijas de loza,
suspendidas sobre 4 patas con un receptáculo de hierro por debajo cuya misión
es mantener las brasas para cocinar. Muchas veces se complementa con una
pequeña puerta por donde introducir el carbón, así como pequeños agujeros en la
parte inferior por donde las cenizas de carbón caen al suelo, dejando su sitio
a las nuevas brasas calientes. En mi querida tierra cántabra no es difícil
encontrar artesanos que hacen ollas ferroviarias por encargo, elevándolas
muchísimas veces a la categoría de arte.
Existen además
varias versiones en cuanto a la variedad de los cocinados. Aunque originalmente
su composición era básicamente carne y patata, en los últimos tiempos se ha
venido imponiendo muchas veces la carne acompañada de alubias. En Cantabria son
frecuentes los concursos multitudinarios, en los que las calles del pueblo se
llenan de bonitas y humeantes ollas, en una bonita excusa más para compartir
con amigos y familia, una buena charla, un buen vino y por supuesto un buen
plato de cuchara.
Una vez dichas estas palabras sobre el origen de la olla ferroviaria, me gustaría enseñaros el momento que compartimos unos amigos, familia y servidor, alrededor de una olla ferroviaria hace unas semanas en un pequeño pueblo de Cantabria, cuna de tan bonita tradición. La olla en cuestión fue un regalo de mi mujer por el cumpleaños, forjada artesanalmente y con nuestras iniciales (a pesar de que en la foto solamente se puede ver la mía).
La pinta de lo
que allí se cocinó no voy a describirla, podéis juzgar vosotros mismos.
Ese día casualmente celebramos el
cumpleaños de mi mujer, y la verdad es que fue una jornada inolvidable con
amigos. Esto es todo compañeros; espero que sepáis
algo más sobre la olla ferroviaria y que si caéis por tierras cántabras, no
dudéis en disfrutar de un buen plato. Saludos y gracias por leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario